Max Lucado
Por María Lozano
Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos a nosotros mismos,
y la verdad no está en nosotros.
1 Juan 1: 8
No nos hacemos ningún favor justificando nuestros actos ni
disimulando nuestros pecados.
Hace algún tiempo mi hija Andrea se enterró una astilla en
un dedo. La llevé al tocador y utilicé algunas pinzas, ungüento y una curita.
No le gustó lo que vió. “Solo quiero la curita, papá”.
Algunas veces somos como Andrea. Vamos a Cristo con nuestro
pecado, pero lo único que queremos es encubrirlo. Queremos evitar el
tratamiento.
Queremos esconder nuestro pecado. Y no preguntarnos si Dios,
aún en su gran misericordia, sanará lo que hemos encubierto.
¿Cómo puede Dios sanar lo que negamos?
¿Cómo puede Dios tocar lo que encubrimos?
El Trueno Apacible
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