Por María Lozano
“Llegué a la cruz mirando su rostro y, mientras mis ojos lloraban, al verlo se corrió un velo que estremeció mi ser. Tras ese velo lo vi a él mirarme con su dulce paz. Despegó su mano que estuvo clavada para extenderme sus dedos en clara aceptación. Caí de rodillas, y allí, temblando, lloré, mientras él me levantaba para darme un lugar a su lado”. Serafín Contreras Galeano
GÁLATAS 6:14.
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