Por María Lozano
Si el grano de trigo no cae
en la tierra y muere, queda
solo; pero si muere, lleva mu-
cho fruto. Juan 12:24
Así ha hablado el Señor… He
aquí el varón cuyo nombre es
el Renuevo, el cual brotará de sus
raíces. Zacarías 6:12
El germen de una semilla es casi invisible al ojo humano, sin embargo es la parte más importante. En él se encuentra la vida de la planta, más bien la vida de una nueva planta...
La Biblia habla con expresiones diferentes del germen o “renuevo” para designar al Mesías que iba a venir. Es el “renuevo del Señor” (Isaías 4:2), un “renuevo (Isaías 53:2), “un renuevo justo” (Jeremías 23:5), un “varón cuyo nombre es el renuevo” (Zacarías 6:12). Este lenguaje simbólico, típico de los profetas del Antiguo Testamento, subraya a la vez la humildad en la que Jesús vino y el hecho de que resucitó.
Su humildad: Su nacimiento en el seno de una familia pobre, la fragilidad de un niño acostado en un pesebre, su vida en el anonimato, su contacto con los más pobres y despreciados, y por último su muerte en una cruz entre dos malhechores.
Su resurrección: Comparándose a una semilla de trigo, el Señor Jesús explicó que tenía que morir, caer “en tierra”, para llevar fruto. El germen de la semilla es su vida, pero una vez en tierra, imagen de la muerte, la semilla desaparece, dejando desarrollarse una nueva planta. Esta es una imagen elocuente de la resurrección, la vida surge de la muerte, una única semilla que muere produce muchas semillas.
Estas semillas representan a los creyentes, los cuales son el resultado de la muerte y resurrección del Señor.
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