Miriam y Aarón

Tomado de: Comunidad El Camino
Por María Lozano
Números 12:8b: “¿Cómo se atreven a murmurar contra mi siervo?”
Quizás, es una de las preguntas que más se repite Dios a si mismo aún en nuestros días, si consideramos la cantidad de hombres y mujeres que a diario son cuestionados y puestos en tela de juicio, la mayoría sin saberlo, pero afectados al ser parte del mismo cuerpo… No sería ilógico pensar, entonces, que la misma ira santa del Padre se sigue encendiendo ante tantas situaciones similares en el presente.
Es notable que hasta este momento, Moisés no está enterado de la situación… todo ocurre a sus espaldas, entre los pasillos digamos, en la impunidad del anonimato aparentemente… Pero dice el vs. 2: “y el Señor oyó sus murmuraciones”. Como vimos en el día de ayer, el proceder de Moisés no era el correcto, pero nada justifica la murmuración....
Cuando la Biblia establece un orden, por algo lo hace… Cuando dice Miriam y Aarón no está diciendo Aarón y Miriam, aunque pareciera una ingenuidad. En la Biblia el orden de los factores si altera el producto/resultado. Miriam fue la instigadora, la maquinadora, y su hermano el cómplice. Lo que parece una obviedad no lo es. Siempre y en todos los casos, para que este pecado se concrete necesita de dos personas como mínimo, un emisor y un receptor, el que habla y el que pone la oreja, que por lo general luego se convierte en emisor de lo que escuchó… y así se arma una cadena de chisme y murmuración, que hasta el mismo diablo se asombra de ver cuán efectivos somos en destruir el cuerpo de Cristo sin su participación.
Miriam pensó que por la cercanía con el líder podía tener libertades, que haber sido parte del cántico de adoración luego del mar rojo, le daba impunidad para cuestionar el liderazgo del “hombre más manso de la tierra”. Aarón creyó que haber sido la mano derecha de Moisés, habiendo sido su boca a veces en los milagros previos a la salida de Egipto, le otorgaba “fueros espirituales” para hacer y decir lo que quería sin ser confrontado… pero ambos estaban equivocados.
El Evangelio de Lucas, capítulo 12:2, narra las palabras de Jesús diciendo…” no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse”. Moisés no anduvo preguntando ni tampoco investigando. Dios se encargo de poner las cosas en su lugar. En situaciones anteriores, la Biblia dice que las murmuraciones llegaron a oído de él, y de Dios. Esto, de por sí, es una tremenda lección para cada uno de nosotros; Jesús mismo les dijo en otra ocasión a los suyos refiriéndose a la murmuración…”a mí me llaman hijo del diablo... ¡Cuánto más a los suyos!” (Mateo 10:25-26). Nuestra tarea no consiste en jugar a los detectives espirituales para ver qué cosas hablan de mí; mi objetivo es agradar a Dios con toda integridad sabiendo que, si de Jesús hablaban que no tuvo pecado, cuanto más no hablarán de nosotros que somos imperfectos. Al menos yo…
Sería bueno terminar este momento, re-consagrando nuestra boca y oídos, pidiendo perdón a Dios primeramente por las veces que fuimos partícipes de este pecado (hablando o escuchando) y rogando, por una nueva disciplina santa a la hora de hablar y no prestar más los oídos para escuchar aquello que no edifica.
Por favor, hazlo…
Bendiciones

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