Por María Lozano
Lectura: Salmos 92
Cuando damos gracias a Dios consecuentemente de todo corazón, nos volvemos más cercanos y conscientes de Dios y lo que éste significa para nuestra vida. Este pensamiento me vino a la mente mientras leía una carta de un anciano predicador la cual estaba contenida en una publicación.... Este viejo predicador se alegraba de la bondad del Señor para con él, había tenido un ministerio productivo, no exento de problemas, un maravilloso matrimonio con las cosas buenas y malas que toda relación tiene, una familia amorosa y un sin número de amigos, muchos de los cuales llegaron a ser creyentes por el testimonio de él.
Mirando a su vida en retrospectiva decía: “No sé si estoy terminando bien o si he hecho lo suficiente, pero al menos estoy terminando agradecido”. Yo me dije que todo el que termina la vida agradecido termina bien.
Estoy convencido que el agradecimiento genuino es fuente de virtud. Las personas que verdaderamente ven lo indignas que son del favor de Dios y que están llenas de gratitud a Dios por Su bondad, misericordia y gracia para con ellos, no pueden ser orgullosas, descontentas, egoístas, implacables, ni rencorosas.
Si reflexionamos a diario en todo lo que lo que el Señor ha hecho por amor a nosotros nos convertiremos en personas agradecidas. Y las personas agradecidas se vuelven más conscientes de Dios.
La gratitud a Dios produce una mayor conciencia de quién se es, en función de Dios.
¿Puedes decir con el salmista? ¡Cuán bueno es alabarte, Señor! Bueno es, Altísimo, cantar salmos a tu nombre (Salmos 92:1).
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