Un agujero en el techo

Tomado de: Jesús eres todo para mí...
Por María Lozano
Nunca deja de asombrarme el hecho que se relata brevemente en el capítulo 2 del Evangelio de Marcos. 
Cuatro amigos que venían cargando a un paralítico que se hallaba postrado por causa de su enfermedad, querían acercarse a Jesús para presentárselo. Por causa de la multitud, no podían llegar a El. Entonces, decidieron subir al techo de la casa, hicieron una abertura y por ella bajaron a su amigo para ponerlo ante el Señor....
Si alguna oportunidad has tenido de ayudar a alguien en esas condiciones, sabrás que no es poca cosa cargar a una persona en ese estado. No obstante ello, los cuatro amigos fueron mucho más allá. Lo subieron al techo de la casa y como si ello fuera poco, se tomaron el trabajo de abrir un boquete lo suficientemente grande como para poder bajar al paralítico a través de él. ¡Menudo esfuerzo!
Por la otra parte, también me da que pensar la actitud del dueño de casa. Nada dice la Escritura sobre él, pero sin el menor ánimo de añadir nada a lo que ya está escrito, no puedo dejar de meditar en él. ¡Hicieron un boquete en el techo de su casa para bajar a una persona! En algún momento Jesús y la gente se fueron de allí, pero el agujero no se fue como había llegado. 
Alguien se habrá tenido que tomar el trabajo de repararlo. Sin embargo a pesar de todo esto, la Escritura sigue hablando de la actitud de los escribas. Nunca dice en ninguna parte que el dueño de casa haya solicitado el auxilio de la fuerza pública, llamado a los soldados, policía, seguridad o como se llamare en esa época, para que retiraran a aquellos “vándalos” que estaban literalmente rompiendo el techo de su casa para bajar a un desconocido, amigo de ellos.
Ambos lados de esta situación, me dicen muchas cosas. Más allá de todo lo que podamos decir, los denominadores comunes en este episodio son la fe y el amor. No importó el denodado esfuerzo de cargar con el paralítico, romper el techo, subirlo y bajarlo. Tampoco parece que importó un techo roto para el dueño de casa.
Y es que, amad@; el amor y la fe NO SE DICEN, SE HACEN.
En este mundo hay muchas personas cerca nuestro que han dejado de caminar por esta vida. No lo hacen, no porque no quieren. No lo hacen porque no pueden. Están vencidas. Sus almas están demasiado rotas, heridas, postradas. A menos que alguien venga, los cargue y rompa un techo por ellos para llevarlos ante la luz el Señor, nada podrán hacer. “Tus pecados son perdonados” le dijo Jesús al paralítico. Suficiente, eso es exactamente lo que necesitaba.
Alguien cerca de tí necesita que rompas un techo por él, o ella. No estamos hablando del hecho literal, claro está; pero aunque te parezca extraño, darle una mano a alguien puede ser ese paso de fe y amor a través del cual Dios te muestre una puerta abierta para comenzar a salir de la situación en la que tú mism@ te encuentras.

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