Por María Lozano
Lectura: Santiago 3:13-18
¿Es sabio envidiar amargamente las posesiones, los talentos o la buena apariencia de otras personas? ¿Es sabio ser egoístamente ambiciosos y luego jactarnos de lo que la ambición nos da?...
Hay un pasaje en la Biblia que en realidad llama sabiduría a actitudes como esas. Santiago usó la palabra “sabiduría” para describir los “celos amargos y la contención” (Santiago 3:14-15). Eso es para sorprenderse, porque normalmente pensamos que la sabiduría es algo bueno. Sin embargo, Santiago usó la palabra en un contexto específico. La fuente de esta sabiduría, señaló es maligna: “Esta clase de sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino que es terrenal, estrictamente humana, y diabólica”. Es la sabiduría que lleva a tomar decisiones inmorales acerca de cómo vivir.
Esa clase de “sabiduría” nos rodea por doquier. La envidia amarga y la ambición egoísta amenazan muchas de nuestras instituciones y relaciones. La sociedad paga el precio por esta manera retorcida de pensar en todos los niveles, porque siempre conduce a la “perturbación y toda obra perversa” (Santiago 3:16).
El profeta Isaías dijo: “¡Ay de los sabios en sus propios ojos…!” (Is.5:21). Como creyentes en Cristo, debemos procurar una sabiduría más elevada: la sabiduría que proviene de Dios. Esa es pura, pacífica, amable, misericordiosa y sin hipocresía (Sant.3:17).
Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte. (Prov.16:25)
Pídele a Dios esa clase de sabiduría.
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