Por María Lozano
Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Deuteronomio 28:5
La obediencia trae bendición sobre todos los bienes que puede proporcionarnos nuestro trabajo. Lo que entra y sale, como la fruta en la canasta destinada al uso inmediato, será bendito; y lo que nos reservamos para utilizarlo más tarde, también será objeto de bendición....
Tal vez nuestra porción sólo llene una canasta. Nos contentamos con una pequeña parte para el desayuno, y un bocadillo para la comida cuando por la mañana salimos a nuestro trabajo. Mas todo irá bien porque la bendición de Dios ha sido prometida a esta canasta.
Si nos alimentamos según la escasa provisión que nos procura nuestro trabajo diario, somos tan dichosos como lo era Israel; porque, cuando el Señor favoreció a su pueblo, no le dió más que el maná que necesitaba para cada día.
¿Y qué más necesitamos nosotros?
Empero si tenemos sobras, ¡cuán necesitados estamos de que el Señor las bendiga! Existe la preocupación de adquirir, de guardar, de administrar y usar, y si el Señor no bendice estos desvelos, se consumirán nuestros corazones. Nuestros desvelos se convertirán en dioses, y nuestros cuidados vendrán a ser como la gangrena.
¡Oh, Señor, bendice nuestros bienes! ¡Ayúdanos a usarlos para gloria tuya! Enséñanos a colocar en su sitio las cosas del mundo, y que nuestros ahorros jamás pongan en peligro la salvación de nuestras almas. Amén.
Charles Spurgeon.
Libro De Cheques Del Banco De La Fe.
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