Tomado de: Nuestro Pan Diario
Por María lozano
¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos…! (Deuteronomio 5: 29).
Una mujer de Colorado Springs se sienta en su automóvil por las tardes de lunes a viernes frente a una escuela y señala con un secador de cabellos a través de la ventanilla a los autos que pasan. Muchos conductores confunden el secador que tiene en la mano con un radar y disminuyen la velocidad. ¡Misión cumplida! Hay una señal de tránsito que indica el límite de velocidad en la zona de la escuela, pero a menudo, se necesita la amenaza del castigo para que los conductores obedezcan la ley.Este es un cuadro solemne de todos nosotros, incluso en nuestra relación con Dios. En vez de una disposición interior de seguir al Señor, tal vez necesitemos la fuerza de las circunstancias difíciles para volver a Él. Pero eso no es lo que desea nuestro Padre celestial.
El Señor siempre ha anhelado que su pueblo lo obedezca de corazón. Cuando los israelitas estaban a punto de entrar en la tierra prometida. Moisés repasó los Diez Mandamientos y, después, les dio la respuesta de Dios a la intención de ellos de guardar su ley: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que temiesen y guardasen todos los días mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre”(Deuteronomio 5: 29).
Dios no quiere que le obedezcamos solo porque tememos el castigo.Él anhela una obediencia por amor, que brote del corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario