Tomado de: Nuestro Pan Diario
Por María Lozano
Un hombre y su hijo fueron a un taller a arreglar un rastrillo. Cuando le terminaron el trabajo, el hombre preguntó cuánto debía.
El dueño, del taller contestó: “Ah, no, no me debe nada. ¡Lo hice con mucho gusto!”.Sin embargo, el hombre no le parecía bien aceptar el regalo y, entonces, insistió en tratar de hacer, al menos, un pago de cortesía.
Una y otra vez, el dueño rehusó aceptar el dinero. Finalmente, se le estaba agotando la paciencia y exclamó: “¿No puede dejar que un hombre haga algo ahora y que, después, simplemente estire su alma?”.
La respuesta de aquel humilde dueño de taller fue un sermón breve, pero poderoso, sobre el gozo y la felicidad que puede producir “estirar el alma”. Su actitud es un ejemplo de la verdad de Proverbios 11: 17, que dice: “A su alma hace bien el hombre misericordioso; mas el cruel se atormenta a sí mismo”. Podemos aprender de W.F. Adency, que escribió: “El ejercicio de la misericordia comienza con el dolor del sacrificio personal, pero, al poco tiempo, produce el fruto de paz y la alegría interior”.
Te desafío que seas amorosa y generosa con los demás. Descubrirás que hacer el bien tiene su recompensa. Es una forma maravillosa de estirar tu alma.
Si quieres estirar tu alma, extiéndete hacia los demás con el amor de Cristo
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