Tomado de: Devocionales
Por María Lozano
Vivimos en la era de la impaciencia. Ya sea que estemos esperando en línea, esperando en medio del tráfico, esperando por un servicio de comida, o esperando el matrimonio, dedicar nuestro tiempo a algo es más contracultural que nunca. Estamos condicionados a hacerlo todo a nuestra manera y cuanto antes. Primero fue con la comida rápida y el café instantáneo, luego también con todo lo demás.
En una época como la nuestra, tenemos más razones para maravillarnos en la paciencia perfecta de Jesús. No sólo vemos el ejemplo de los salmistas del Antiguo Testamento —quienes esperaron pacientemente en el Señor (Salmos 40:1) y motivaron a sus lectores a hacer lo mismo (Salmos 37:7)—; también encontramos a Abraham (quien “habiendo esperado con paciencia, obtuvo la promesa”, tal como dice Hebreos 6:15) entre todos aquellos “que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:12). Además, tenemos algo mucho más importante: al mismo Dios-hombre como ejemplo de la “paciencia perfecta” (1 Timoteo 1:16).Cuando Jesús muestra su paciencia, no sólo nos muestra la mismísima paciencia de su Padre, sino que lo hace siendo completamente humano. Él nos muestra la clase de vida divina que puede expresarse en nuestra propia carne humana. Por lo tanto, la Biblia está llena de llamados a tener la paciencia de Cristo. El Nuevo Testamento nos brinda al menos cinco situaciones específicas en las cuales Dios nos da poder para esperar con paciencia. Considérenlas indicadores que nos impulsan a orar y oportunidades específicas para buscar una paciencia mayor en la fortaleza que él nos da (1 Pedro 4:11).
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