Qué bonito gesto...

 Tomado de: Farolillo

Por María Lozano

"En la sala del hospital todo era calma, solo interrumpida por la respiración entrecortada de un anciano encamado. La enfermera introdujo a un joven en uniforme naval. Tenía el rostro cansado, pero la mirada firme. Se acercó y le dijo suavemente:
— Su hijo está aquí...
El anciano apenas logró abrir los ojos. Alcanzó a ver al joven y, reuniendo sus últimas fuerzas, le extendió la mano. El marino la tomó con firmeza y ternura. Como lo haría un hijo. El hijo que tanto había esperado.
La noche cayó. El marino permaneció. Silencioso, a veces murmuraba palabras tranquilizadoras. El anciano no soltaba su mano, como si fuera su última esperanza.
Con el alba, el anciano partió..— Mis condolencias... — murmuró la enfermera.
El marino suspiró hondo:
— No lo conocía. No era mi padre...
— Pero... ¿se quedó con él toda la noche?
— Sí. Porque entendí que no debía estar solo. Que esperaba. Y aunque no era yo su hijo, fui quien él necesitaba en ese momento.
No salvaremos a todos. Pero podemos ofrecer un poco de calor a un alma. En el instante justo. En el lugar adecuado. Eso es ser humano."

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