Por María Lozano
Si nuestro evangelio está encubierto,
entre los que se pierden está encubierto;
en los cuales el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que
no les resplandezca…
2 Corintios 4: 3-4
Sin embargo, sus advertencias son igualmente ciertas cuando
habla del juicio eterno para aquellos que no creen. Hoy está la moda cuestionar
todo mediante “quizás” y burlarse de los que tienen convicciones. Pero ¿no es
preocupante decirse: “La muerte tal vez no sea el fin de todo; quizás haya otra
vida, un juicio? ¿Y si Dios tuviese razón? . El razonamiento humano, ¿puede
oponerse a la palabra divina?
No comprendemos que con un “quizá” podamos quedarnos un rato
tranquilos, que podamos dormirnos diciéndonos: “Tal vez me despierte en el más
allá en la presencia de un Dios justo, a quien nunca tuve en cuenta”.
Por ello insistimos: Para salir de nuestras dudas,
dirijámonos a Aquel que puede y quiere abrirnos los ojos. ¿Ha ido usted a
él honestamente, diciéndole: Oh Dios
todopoderoso, abre mis ojos, revélate a mí?
Mientras no lo hayamos hecho, no podemos decir sinceramente
que deseamos conocer la verdad. Si nuestra incertidumbre en cuanto a Dios y a
la eternidad nunca nos atormenta, esta indiferencia tal vez tenga otro motivo;
Nos gustaría que Dios no existiese, porque nos molesta. Tal vez ésta es la
verdadera razón de la incredulidad. Dios existe, y en el fondo lo sabemos muy
bien. Un primer paso hacia él nos convencerá de su amor; ¡él nos está esperando!.
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