Tomado de La Buena Semilla
por María Lozano
De cierto, de cierto os digo, que si el grano
de trigo no cae en la tierra y muere, queda
solo; pero si muere, lleva mucho fruto.
Juan 12:24
Originaria
de Mesopotamia, la cultura del trigo es una de las más antiguas del mundo. Hace
miles de años el trigo crecía en estado salvaje en ciertas regiones del Oriente
Medio. Hoy, el trigo sigue siendo la planta más cultivada del mundo. Ocupa
millones de hectáreas.
En cada grano de trigo hay un germen de vida en potencia. Ese germen se
desarrolla gracias al contacto con la humedad de la tierra y con el propio
tejido alimenticio (el almidón) que contiene la semilla. Se forman las raíces y
una plántula se dirige hacia la superficie del suelo y brota de ese grano que
desaparece: acaba de nacer una nueva planta de trigo. Si las condiciones son
favorables, podrá producir un centenar de granos.
Jesús hizo referencia a este fenómeno natural cuando anunció a sus discípulos
su inminente muerte (Juan 12:24). Así como el grano de trigo sólo produce más
granos si cae en la tierra y muere, Jesús sólo podía dar la vida a los que
creyeran en él si pasaba por la muerte. Jesús había venido al mundo para salvar
a los pecadores, porque los amaba. ¡Por eso él, el Hijo de Dios, dejó que lo
mataran y lo sepultaran! Después de tres días, salió vivo de la tumba.
¡Resucitó! Es el milagro de la vida a través de la muerte. De esto resultará
una cosecha de innumerables almas.
Lector, ¿forma usted parte de los que, habiendo creído en la obra de Cristo en
la cruz, estarán con el Salvador en la gloria?
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