Por María Lozano
Aquella luz verdadera, que alumbra a
Todo hombre, venía a este mundo.
Juan 1:9
(Jesús dijo a sus discípulos) Vosotros
sois la luz del mundo.
Mateo 5:14
Así como el fondo de un valle está en la oscuridad antes del amanecer, la
humanidad está sumergida en la oscuridad de corrupción y violencia. Cristo vino
de Dios a la tierra, y de repente esta humanidad, expuesta a una iluminación
perfecta, apareció bajo su verdadero aspecto. La humildad, el olvido de sí
mismo, la dulzura, la devoción, la paciencia, la sinceridad de Cristo…todos
esos rayos de sol divino proyectados hacia nuestro mundo y hacia cada uno de
nosotros hacen resaltar, en contraposición, el orgullo, el egoísmo, la dureza y
la hipocresía que nos caracterizan.
Para apreciar los contrastes necesitamos tener referencias.
El mal se define con respecto al bien,
la mentira con respecto a la verdad, el
odio con respecto al amor. Cristo vino a constituir para nosotros esta
gran Referencia. Primero ella nos
condena, porque pone a la luz nuestra tendencia a hacer el mal. Pero Cristo
comunica la vida a aquel que se reconoce pecador, y quien entonces es llamado a
imitarlo, siendo una luz para el mundo.
Un cristiano recto en medio de personas deshonestas, satisfecho
en medio de gente descontenta, serio en medio de personas inmorales, es
semejante a un proyector que saca a la luz los lados más sombríos, de la
naturaleza humana.
Desempeña un rol temible, porque produce la animosidad de
quienes se sienten juzgados. Por ello, su testimonio debe ir acompañado del amor,
exactamente como en Jesús brillaron a la vez la luz y el amor, la verdad y la
gracia.
¡Que podamos ser honestos en todo lo que hagamos!
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