Tomado de: Ana María Álvarez -Escritora
Por María Lozano
Aunque la mano intente
suavemente acariciar
a una frágil mariposa...
sin querer la ha de dañar.
Tal vez se ajen sus alas,
sus patitas sufrirán,
y el dorado de su cuerpo
en los dedos quedará.
Como aquella mariposa...
el alma lo vive igual,
del tamaño de la ofensa
un daño la ha de marcar.
Es bueno tener presente
que el mal debes evitar,
así como a la libélula
a un ser se debe tratar.
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