Tomado de: Entre café y libros
Por María Lozano
Sucedía cuando menos ruido había, generalmente por las noches cuando la tranquilidad inundaba el ambiente y aparecían los númenes de la inspiración. Es la vida de Brevedad Talento, poetisa mexicana que vivía en su aposento, donde desarrollaba esa magia de escribir poemas.
Lo relato con cautela, recato, precaución, como a ella le hubiera gustado leerlo, así como ella leía sus poemas que siempre escribió.
Brevedad Talento no tuvo esposo, mucho menos hijos, no consumía ninguna especie de droga, aunque así parecía al escribir. Escribía poemas, todo el tiempo estaba escribiéndolos. Con ellos viajó siempre a dónde quiso, aunque nunca salió de su confort. En sus poemas hacía honor a su apellido "Talento", lo hacía tan bien que enamoraba. Sus versos se leyeron por todo el universo. La visitaba mucha gente en su aposento y le pedían poemas para diferentes motivos, ocasiones, situaciones. Se sentía muy feliz con lo que hacía, la motivaba saber que al hacerlo servía a mucha gente, esbozaba una cara de hilaridad, satisfacción, alegría, cuando concluía cada poema.
Aunque no tenía una vida con una persona, las parejas eran las que le inspiraban a escribir. Su corazón no era pétreo, vibraba como el de cualquier otro. Se regocijaba al ver a las parejas felices. Le gustaba que su casa se llenara de gente necesitada de palabras, de bellas palabras que ella plasmaba en un papel.
Se esmeraba tanto y al terminar un poema, lo leía en voz alta para revisar la redacción, las pausas, los cambios de voz y hasta la pronunciación. Este ejercicio le gustaba porque era la culminación de su obra, la morfosintaxis era fundamental.
“Y de pronto, tras vivir mi vida,
y buscar tanto la felicidad,
me detuve a contemplar el paisaje,
y apareciste”.
En sí es la belleza de la creación poética.
Pero algo pasó..