Tomado de:Empty Mind
Por María Lozano
“El día que enterré a mi hijo, juré que mi vida no podía terminar ahí… así que le puse ruedas a mi dolor y lo convertí en propósito.”Mi nombre es Édouard Michelin, y no, no nací millonario. Nací rodeado de polvo, grasa y herramientas oxidadas. Mi familia tenía un pequeño taller de caucho, donde lo más emocionante que pasaba era arreglar botas rotas. Pero yo quería más. Quería que el mundo se moviera… y que se moviera con nosotros. Así que junto a mi hermano, apostamos por algo ridículo en ese tiempo: neumáticos desmontables. Nadie nos creyó. Nos dijeron locos, soñadores inútiles.




Desde ese día, rodé mi dolor en silencio. Cada llanta que creábamos era una forma de decir: “Sigue, aunque te duela”. Fallamos muchas veces. Se nos reventaron prototipos, invertimos todo el dinero en ideas que fracasaron, nos humillaron. Pero no paré. Con el tiempo, nuestras llantas empezaron a correr en carreras de bicicletas, luego en autos, y después… en todo el mundo. Y como si fuera poco, creamos la Guía Michelin, porque queríamos que la gente saliera, viajara, viviera. Porque entendí que moverse, literalmente, salva vidas.


Hoy, muchos conocen nuestro muñeco blanco, “Bibendum”, pero pocos saben que detrás hay una historia de lágrimas, pérdidas y mucha furia convertida en trabajo. Michelin no nació de una idea brillante, nació de una necesidad brutal de no rendirse. Y eso… eso no lo olvido jamás.


“A veces, cuando te arrebatan todo, solo te queda una opción: construir un camino nuevo… aunque tengas que inventar las ruedas para recorrerlo.”
– Édouard Michelin
No hay comentarios:
Publicar un comentario