Tomado de: Guillermo Rosales Meellín
Por María Lozano
Pol, era un caracol que vivía en un bello jardín, lleno de flores y un extenso pasto, donde cada mañana se bañaba con el rocío de las plantas, le bastaba una sola gota de rocío para despertar. Comía cuanta hoja encontraba a su paso. Iba y venía a su antojo, pero se sentía muy solo, no era feliz. Soñaba con tener una casa grande, más grande que su apartamento que llevaba a cuestas. Todos los días escuchaba cantar a Ramón el gorrión y decía para sí -Ramón debe ser muy feliz, con esa casa –jaula- tan grande y tan alta, se puede mover a su antojo y tiene mejor vista. A él le llevan la comida hasta su casa, se la limpian diariamente, por las noches lo cubren para evitarle el frío y al día siguiente lo vuelven a consentir-..
En cambio yo, tal pareciera, que cada día me mudo de lugar, me resguardo donde me agarre la noche y debo buscar mi comida. Una vez, charlando con Ramón el gorrión, le contó Ramón, que nada era gratis y que la comida él se la ganaba cantando, que el día que no cantaba, lo dejaban toda la noche a la intemperie, y de nada le servían las alas si estaba preso en esa casa –jaula-. Junto a la jaula de Ramón, se encontraba otra jaula, era de Boro el tocororo, que murió de frío. Boro ya era grande y ya no cantaba, lo apartaron y pereció.
Un día, Pol decidió habitar esa jaula que había dejado Boro. Había un primer obstáculo, subir hasta donde estaba la jaula, pero no quería abandonar su apartamento, Pol se encontraba con esa encrucijada. Al día siguiente se decidió. Abandonó su apartamento y trepó por un árbol, moviéndose por contracciones musculares ondulatorias. Tardó dos días en llegar. En el camino, se le presentaron muchas rémoras. Las aves lo querían devorar, el sol le quemaba su cuerpo pegajoso y se estaba deshidratando. Pensó en dejar su osadía, hasta que por fin llegó, agotado y casi sin aliento, con mucha sed y hambre. Durante algunos días no probó alimento y para colmo no llovía,
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