Por María Lozano
Nada es seguro en el hombre; en Dios todo lo es. Fieles son las
misericordias de la alianza, como cantó David: «Él ha hecho conmigo pacto
perpetuo, ordenado en todas las cosas, y será guardado». Seguramente el Señor
quiso decir que usaría con nosotros de misericordia. Sus palabras no son vanas.
Todas sus promesas son verdaderas.
Su misericordia en verdad es misericordia, y aun cuando la
muerte nos impida ver sus efectos, sin embargo reconoceremos que la palabra del
Señor nunca será desmentida. Estamos ciertos de que Dios concederá las promesas
hechas a todos los hijos del pacto. Cada uno de los elegidos de Dios recibirá a
su tiempo la gracia prometida. Son «firmes a toda simiente», desde la más
pequeña hasta la más grande.
Estamos ciertos de que el Señor continuará prodigando sus
misericordias a su pueblo. Él no da para después quitar. Lo que concede es
garantía de dones más espléndidos. Lo que aún no hemos recibido es tan seguro
como lo que nos ha dado. Toda duda sobre el particular es injustificada. El
amor, la palabra y la felicidad de Dios son ciertos. De muchas cosas podemos
dudar, pero del Señor cantamos: «Para siempre es su misericordia ». Esta
misericordia siempre es fiel y siempre cierta.
Hoy al recibir esa misericordia divina la extiendo a
quienes me rodean.
Señor, Gracias por ser tan misericordioso conmigo. Tu
misericordia viene a mi cada mañana. Amén.
Charles Spurgeon.
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