Por María Lozano
Y el Señor encamine vuestros corazones
al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.
(2 Tesalonicenses3:5)
“De este modo sabrán que son mis discípulos, si se aman unos
a otros” (Juan 13: 35).Detente y medita en este versículo. ¿Podría ser que la
unidad sea la llave para ganar el mundo para Cristo?
Si la unidad es la clave de la evangelización, ¿No
deberíamos darle precedencia al orar? ¿Deberíamos ser solícitos en guardar la
unidad del espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3)? Si esto es
importante para Dios, ¿no debería serlo para nosotros? Si es una prioridad en
el cielo, ¿no debería serlo en la tierra?
En ningún lugar se nos dice que construyamos la unidad. Se
nos dice sencillamente que guardemos la unidad. Desde la perspectiva de Dios,
solo hay “un rebaño y un pastor” (Juan 10: 16). La unidad no necesita crearse:
solo necesita protegerse.
¿Cómo lo hacemos?...¿Querrá decir que debemos ser flexibles
en nuestras convicciones? No.
¿Querrá esto decir que debemos abandonar las verdades que
atesoramos? No. Pero sí quiere decir que debemos pensar bien las actitudes que
asumimos.
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