Por Maria Lozano
Esta historia es sobre un hombre que reflejaba en su forma de vestir la
derrota, y en su forma de actuar la mediocridad total.
Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria. Este hombre, sucio,
maloliente, tocaba un viejo violín.
Frente a él y sobre el suelo estaba su boina, con la esperanza de que los
transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas para
llevar a casa.
El pobre hombre trataba de sacar una melodía, pero era del todo imposible
identificarla debido a lo desafinado del instrumento, y a la forma displicente
y aburrida con que tocaba ese violín.
Un famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salía de un teatro
cercano, pasó frente al mendigo musical.
Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes. Y no pudieron
menos que reír de buena gana.
La esposa le pidió, al concertista, que tocara algo. El hombre echó una mirada
a las pocas monedas en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer
algo.
Le solicitó el violín. Y el mendigo musical se lo prestó con cierto recelo.
Lo primero que hizo el concertista fue afinar sus cuerdas.
Y entonces, vigorosamente y con gran maestría arrancó una melodía fascinante
del viejo instrumento. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes
comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo.
Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y
pronto había una pequeña multitud escuchando arrobada el extraño concierto.
La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes de todas las
denominaciones. Mientras el maestro sacaba una melodía tras otra, con tanta
alegría.
El mendigo musical estaba aún más feliz de ver lo que ocurría y no cesaba de
dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡¡Ese es mi violín!!
¡¡Ese es mi violín!!". Lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto.
La vida nos da a todos "un violín". Son nuestros conocimientos,
nuestras habilidades y nuestras actitudes. Y tenemos libertad absoluta de tocar
"ese violín" como nos plazca.
Se nos ha dicho que Dios nos concede libre albedrío, es decir, la facultad de
decidir lo que haremos de nuestra vida. Y esto, claro, es tanto un maravilloso
derecho, como una formidable responsabilidad.
Algunos, por pereza, ni siquiera afinan ese violín. No perciben que en el mundo
actual hay que prepararse, aprender, desarrollar habilidades y mejorar
constantemente actitudes si hemos de ejecutar un buen concierto.
Pretenden una boina llena de dinero, y lo que entregan es una discordante
melodía que no gusta a nadie.
Esa es la gente que hace su trabajo de mala forma: " Y así les va...", Que
piensa en términos de "me vale...", y que cree que la humanidad tiene
la obligación de retribuirle su pésima ejecución, cubriendo sus necesidades.
Es la gente que piensa solamente en sus derechos, pero no siente ninguna
obligación de ganárselos.
La verdad, por dura que pueda parecernos, es otra.
Tú y yo, y cualquier otra persona, tenemos que aprender tarde o temprano, que
los mejores lugares son para aquellos que no solamente afinan bien ese violín,
sino que aprenden con el tiempo también a tocarlo con maestría.
Por eso debemos de estar dispuestos a hacer bien nuestro trabajo diario, sea
cual sea. Y aspirar siempre a prepararnos para ser capaces de realizar otras
cosas que nos gustarían. La historia está llena de ejemplos de gente que aún
con dificultades iniciales llegó a ser un concertista con ese violín que es la
vida. Y también, por desgracia, registra los casos de muchos otros, que
teniendo grandes oportunidades, decidieron con ese violín, ser mendigos
musicales.
La verdad es que Dios nos concedió "libre albedrío". Tú puedes hacer
algo grande de tu vida, o hacer de ella algo mediocre. Esa es tu decisión
personal.
LO NEGATIVO: Negarnos a afinar bien nuestro violín de la vida. Y quejarnos de
que la gente no disfrute la melodía que sacamos de él.
LO POSITIVO: Comprender que, nos guste o no, solamente prosperaremos si afinamos
bien ese violín, y aprendemos a sacar de él las mejores melodías.
Colosenses 3:23
Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres;
“Y todo lo que hacéis, sea de palabra, ó de hecho, hacedlo todo en el nombre
del Señor Jesús, dando gracias á Dios Padre por él.”
Colosenses 3:17
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