En su compañía...

 Tomado de: Editorial La Buena semilla

Por María Lozano

Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.
Salmo 63:1
El Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas.
2 Timoteo 4:17
Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.
Salmo 34:18
Cada día, a cada hora
Augusto Glardon fue misionero en la India hace más de un siglo; tuvo que sufrir pruebas muy duras: terribles fiebres causadas por las enfermedades tropicales, angustia debida a la presencia de fieras salvajes en el curso de sus giras de evangelización… y más tarde, la muerte de su pequeño hijo de cinco años. En un cántico titulado “Tengo sed de tu presencia”, expresó a Dios su impotencia y su dolor, pero también su fe en ese Dios cercano a nuestra condición humana:
Tengo sed de tu presencia,.
Divino Jefe de mi fe.
En mi debilidad inmensa
¿Qué haría yo sin ti?
Cada día, a cada hora,
¡Oh, tengo necesidad de ti,
Ven, Jesús, y vive
Siempre más cerca de mí.
Durante los días tormentosos
De oscuridad, de terror
Cuando decae mi ánimo,
¿Qué haría yo sin ti?
¡Oh Jesús, tu presencia,
Es la vida y la paz,
La paz en el sufrimiento
Y la vida por siempre.
Deuteronomio 15 – Juan 9 – Salmo 119:9-16 – Proverbios 25:25-26

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