Tomado de: Amor, y Reflexiones Cristianas
Por María Lozano
Nunca le digas a tu madre “no te metas en mi vida”, porque esa vida que hoy defiendes con tanto orgullo… fue ella quien te la entregó, con cada sacrificio, cada lágrima y cada suspiro.
Ella estuvo allí cuando no sabías dar un paso, cuando tus palabras no salían y solo el llanto era tu idioma... y en ese silencio, ella te entendía mejor que nadie.

Una madre no interviene para controlar, sino para proteger; no da su opinión por entrometida, sino porque su corazón duele verte sufrir. Ella no señala tus errores para juzgarte, sino para guiarte con amor, con paciencia infinita.
No te abandona en los momentos difíciles, sino que siempre, siempre, te espera con los brazos abiertos y el alma llena de esperanza.

Llegará un día en el que su voz ya no puedas escuchar… y en ese instante entenderás que cada consejo, cada advertencia, era un acto de amor disfrazado de palabras. Que cada “cuídate” era una oración, una bendición enviada en tu nombre.
.Valora a esa mujer que te dio la vida, que te acompañó en cada paso, en cada caída y en cada triunfo. Escucha su voz, respeta su presencia, abrázala sin prisa, sin miedo a que sea demasiado. Porque cuando ella no esté, extrañarás hasta esas cosas que hoy te parecen molestas: sus llamados de atención, sus consejos, sus cuidados… y sí, incluso sus “metidas en tu vida”.
Amar a tu madre no es una obligación, es un privilegio divino, un regalo que muchos sueñan tener y que tú tienes en tus manos.
Aprovecha cada instante, porque el tiempo con ella es un tesoro que no vuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario