Por María Lozano
…deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Mateo 5:24
Hay dos cosas que se han cruzado: la ofrenda que un creyente
lleva a la casa de Dios y el recuerdo que se le presenta entonces de que hay un
hermano ofendido, sin que importe de
quién es la culpa.
El énfasis que debemos poner al estudiar esta valiosa
enseñanza- y que es el que puso el Maestro- está en la necesidad y la urgencia
de la reconciliación y, sin duda, es en este punto donde fallan muchas de
nuestras relaciones cristianas.
Pero ¿Qué es la ofrenda? Jesús dijo algo interesente: que no
nos la llevemos con nosotros, sino que la dejemos en el “altar”, palabra con la
que se refería al lugar donde hemos ido a adorar a Dios.
Resulta claro que no debemos dejar de adorar ni de ofrendar
porque tengamos un problema con alguien, aunque, insistimos, su solución es
asunto prioritario.
Pero ¿si no encontramos a esa persona, si se ha muerto o
directamente no acepta nuestra reconciliación? Con dolor en el alma, volveremos
para dar nuestra ofrenda y retirar nuestro deseo de que esas situaciones no se
repitan.
Quizá el recuerdo de aquello que hemos dejado delante de
Dios, y a lo que debemos volver cuanto antes, nos presione en el deber de
arreglar nuestras cuentas con los demás.
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