Max Lucado
Por María Lozano
Y estando en la condición de hombre, se
humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz.
Filipenses 2:8
Cuando unas manos humanas sujetaron con clavos las manos
divinas a una cruz, no fueron los soldados quienes mantuvieron fijas las manos
de Jesús. Fue Dios quien las sostuvo. Eran las manos que formaron los océanos y
formaron las montañas.
Eran las manos que diseñaron el amanecer y dibujaron cada
nube. Eran las manos que trazaron un increíble plan para ti y para mí.
Paséate por la colina. Llégate al Calvario, a la cruz donde,
con sangre sagrada, la mano que te puso en el planeta escribió una promesa:
“Dios entregaría a su único Hijo antes que darse por vencido contigo”.
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