La buena semilla

 Tomado de: Alfonso De Caro

Por María Lozano

También dijo: « Así es el reino de Dios: un hombre siembra la semilla en la tierra. De noche y de día, duerma o esté despierto, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra produce por sí sola el grano: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano maduro en la espiga. En cuanto el grano está maduro, se siega, porque ha llegado la cosecha». Marcos 4:26-29.
Jesús habla de cómo crece su reino. Lo explica como una cosecha que se produce mediante la paciente expectativa que Dios obrará. La clave de todo este pasaje es: «…la semilla brota y crece, aunque él no sepa cómo. Por sí misma, la tierra produce grano». Hay fuerzas que obran y que cumplirán fielmente su cometido, independientemente que el hombre se preocupe o no. Él hace lo que puede. Pero entonces Dios debe obrar. Y Dios obrará. Con esa confianza, este hombre descansa seguro..Mientras Jesús describe la escena, este agricultor sale a sembrar. Sembrar el campo es un trabajo duro, pero es lo que puede hacer. Luego regresa a casa y se acuesta. No se queda despierto toda la noche mordiéndose las uñas, preguntándose si la semilla cayó en el lugar correcto. Tampoco se levanta a la mañana siguiente para desenterrarla y ver si ha brotado. Descansa seguro que Dios está obrando, que Él tiene un papel en este proceso y que debe realizarlo; nadie puede hacerlo por él, y él lo hará fielmente. El agricultor descansa y espera mientras la semilla pasa por etapas observables: primero el tallo, luego la espiga, y finalmente el grano maduro dentro de la espiga. Solo cuando el grano está maduro, vuelve a la acción.
Así es como debemos esperar que Dios obre. Él siembra primero nuestro testimonio, quizá una palabra de enseñanza o exhortación a alguien, o a nosotros mismos. Y entonces comienza un proceso que requiere tiempo y paciencia, y que permite que Dios obre. Una de las fuerzas más destructivas que operan en la iglesia hoy en día es nuestra exigencia de resultados instantáneos. Queremos conversiones inmediatas, respuestas inmediatas, consagraciones inmediatas cada vez que hablamos. Tendemos a no dar tiempo a que la Palabra eche raíces, crezca y dé fruto.
He revisado la vida de un muchacho desde los estudios primarios. Lo vi entrar en la adolescencia y atravesar un período de amarga rebeldía contra Dios y la familia. Vi a su madre y abuela, dolidas y abatidas por su actitud, intentando consolarlo, pero sobre todo, orando por él. Observé todo el proceso, cómo la semilla sembrada en su corazón echaba raíces y comenzaba a crecer. En cierto momento se comenzaron a apreciar pequeñas señales de cambio. Poco a poco, llegó al Señor. Un día decidió entrar al seminario porque sabía que Dios lo había llamado a servir en el altar y era menester prepararse. Así es como la Palabra crece en secreto. El sembrador no sabe cómo sucede, pero puede estar seguro que crecerá y dará fruto.
POR FAVOR ORA CONMIGO
Señor mío y Dios mío, concédeme paciencia y fe para esperar que obres a través de tu
palabra en tu tiempo oportuno. Yo confío en que tu Palabra no regresa vacía. Amén.
Aplicación práctica
¿Confío en que Dios está obrando y que los resultados no dependen completamente de mí? Habiendo cumplido con la misión que Dios me ha encomendado, ¿descanso entonces, sabiendo que Dios está obrando?
Te bendigo en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Un fuerte abrazo.

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