Las Certezas de la Oración

 Tomado de: Alfonso De Caro

Por María Lozano

Entonces Jesús les dijo: «Supongamos que tienen un amigo y van a su casa a medianoche y le dicen: “Amigo, préstame tres panes; un amigo mío que está de viaje ha venido a verme y no tengo nada que ofrecerle”. Y supongamos que el que está dentro les responde: “No me molestes. La puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada”». Lucas 11:5-7.
Esta historia surge de la petición de uno de los discípulos de nuestro Señor, quien, al verlo orar, le dijo: «Señor, enséñanos a orar» (Lucas 11:1). La conexión con la oración en esta historia es muy evidente: la verdadera oración nunca surge sin una necesidad imperiosa. La primera nota en la historia que Jesús cuenta es de una necesidad apremiante. Un amigo llega pasada la medianoche, anunciando que otro amigo ha llegado inesperadamente y que no tiene comida para él. A menudo, las necesidades de los demás nos parecen más urgentes que las nuestras. Sospecho que este hombre jamás habría ido en medio de la noche a casa de su amigo a pedirle pan para saciar su propia hambre. Pero cuando un amigo viene de viaje, surge una profunda necesidad, y está dispuesto a ir a casa de su vecino incluso después de haberse acostado.
En esos momentos de profunda necesidad nace la verdadera oración. Nuestro Señor comienza con esta idea, para luego expresar una certeza absoluta y profunda: «Les digo que, aunque no se levante a darles el pan por amistad, por su insistencia sin duda se levantará y les dará todo lo que necesiten» (Lucas 11:8). Y añade: « Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Lucas 11:9-10)..Esa es una declaración asombrosa. Algunos la interpretan como si el Señor dijera que debemos abrumar a Dios con nuestras oraciones; que solo podemos esperar obtener algo de Dios mediante la oración persistente, insistiendo, presionando al trono de la gracia, hasta que ceda y nos conceda lo que pedimos. Pero Jesús enseña exactamente lo contrario. Simplemente usa un contraste vívido para presentarnos la verdad que quiere comunicarnos. Continúa diciendo, sin lugar a dudas, que Dios no es como ese vecino dormilón y reacio que no quiere levantarse de la cama.
A veces pensamos que nuestro fracaso en la oración se debe a la falta de persistencia. Decimos: «Si orara más, pasarían más cosas»; nos obsesiona la idea que Dios es reacio y hay que sonsacarle información. Jesús dice que no es así. El único significado posible de los versículos 9 y 10 es que Dios da voluntariamente, libremente y sin falta a todo aquel que acude a él. Continúa diciendo que no nos ilusiona con falsas esperanzas en la oración: «¿Qué padre de ustedes, si su hijo le pide un pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?» (Lucas 11:11-12). Dios no actúa así. Tú, como padre terrenal, no darías de esa manera, y Dios tampoco.
POR FAVOR ORA CONMIGO
Señor mío y Dios mío, tus palabras llegan a mi corazón con un significado fresco y vital; veo que hay cosas que necesito pedirte, y sé que en todo caso, sin excepción, tu palabra es segura y tu respuesta es verdadera. En tu nombre Jesús. Amén.
Aplicación práctica
¿Persevero en la oración no porque Dios sea reacio a darme una respuesta, sino porque es muy consciente de mi necesidad y está muy dispuesto a responderme?
Te bendigo en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Un fuerte abrazo.

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