Tomado de: Alfonso De Caro
Por María Lozano
Lea: Salmo 95:1-5Porque Jehová es Dios grande, el gran Rey sobre todos los dioses. En su mano están las profundidades de la tierra y las alturas de los montes son suyas. (Salmo 95:3-4)
El salmista está hablando acerca de los motivos básicos por los que todo el mundo debería dar gracias y alabar a Dios. Esto se aplica no solo a los creyentes, sino a todas las personas. Cada persona tiene la responsabilidad de alabar a Dios. En Romanos 1, el apóstol Pablo dice que una de las acusaciones que hace Dios en contra de los pueblo es “ya que, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias” (Romanos 1:21a). No reconocieron su relación con Él. A mí en lo personal, me asombra continuamente que las personas puedan ser tan ciegas ante el hecho que no son como se imaginan que son, criaturas independientes que se abren su propio camino en la vida. Nosotros damos por sentado que todas las fuerzas que nos mantienen vivos proviene de nosotros y hablamos de manera jactanciosa que somos personas auto suficientes por nuestras habilidades, como si no hubiera nadie a quien tuviéramos que reconocer como la fuente de nuestra fortaleza y de nuestro poder. Es como si una máquina se jactara de su funcionamiento, sin reconocer al que la diseñó.Cierto predicador acostumbraba contar acerca de una experiencia que tuvo una vez en un restaurante. Pidió su comida, y justo cuando se disponía a comer, un hombre se acercó a su mesa y le dijo: ―¿Le importa a usted que me siente a su mesa?.El predicador le dijo que estaba bien, así que el hombre se sentó. Como era su costumbre, el siervo de Dios inclinó su cabeza y pronunció en silencio una oración de gracias al Señor antes de comer. Cuando levantó la cabeza, el hombre le dijo: ―¿Tiene usted dolor de cabeza?
―No, no lo tengo ―le contestó.
El hombre le volvió a preguntar: ―En ese caso, ¿hay algún problema con su comida?
El siervo le dijo: ―No, ¿por qué?
―Bueno ―dijo el hombre―, le he visto ahí sentado con la cabeza inclinada y pensé que a lo mejor estaba usted enfermo o que algo no estaba bien con su comida.
El predicador contestó: ―No, sencillamente estaba dándole las gracias a Dios como lo hago siempre antes de comer.
El hombre dijo: ―Oh, usted es uno de esos, ¿verdad? Yo no doy gracias nunca. Me gano mi dinero con el sudor de mi frente y no tengo que dar las gracias a nadie cuando como. ¡Así que empiezo a comer en seguida!
El siervo de Dios dijo: ―Sí, usted es como mi perro. ¡Eso es lo que él hace también!
Esta pequeña historia sugiere que cuando las personas no le dan gracias a Dios, se están portando como animales irracionales. Tal es la base de esta apelación hecha por el salmista, sin importar cómo nos sintamos o cómo pueda ser nuestra actitud respecto a Dios, estamos obligados, como criaturas que dependemos de Su amor y gracia, al menos a darle gracias como nuestro Creador. El Salmo 96:8 dice: “Dad a Jehová la honra debida a su nombre”. Dios merece siempre nuestra gratitud, no solo cuando nos apetece mostrarla. Es algo que deberíamos hacer por amor a Su nombre. Sin duda haría una gran diferencia en nuestra adoración si recordaramos que la alabanza no es algo que sencillamente refleja nuestros sentimientos pasajeros, sino algo que deberíamos hacer sencillamente porque Dios nos creó y nosotros no podemos vivir un solo momento sin Él.
Señor, te doy gracias porque Tú eres merecedor de toda la gloria. Perdóname por no darte mi gratitud por todo lo que Tú haces para mí.
Aplicación a la vida
¿Llega nuestra gratitud más allá del “gracias a Dios es viernes”? ¿Nos mueve a sentir una profunda gratitud a Dios por Su carácter y bondad, Su misericordia y Su amor hacia nosotros?
Te bendigo en el nombre de Jesucristo. Un fuerte abrazo y reflexiona sobre lo siguiente: Sí la fe abre los cielos, entonces la gratitud coloca los tesoros del cielo en nuestras manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario