Por María Lozano
Lectura: 1 Corintios 15:1-8
En los meses posteriores a la revolución francesa, un hombre intentó comenzar una nueva religión la cual creía era superior al cristianismo. Pero se desilusionó por su falta de éxito. Reveló su frustración a un clérigo y le preguntó qué podía hacer....
Él clérigo le respondió que no era tarea fácil comenzar una nueva religión, tan difícil era, que no tenía nada que sugerir. Pero después de un momento de reflexión dijo: “Si quieres considera este plan: ¿por qué no te crucificas y resucitas al tercer día?”
El sólido fundamente de la fe cristiana es una tumba vacía. El Nuevo Testamento declara que la muerte de Cristo pagó la pena por nuestro pecado. Sin embargo, ¿cómo puede saber alguien con certeza que la crucifixión de Cristo fue aceptable a Dios? No importa lo que nosotros creamos de la muerte de Cristo, lo que importa es lo que cree Dios.
La aprobación de Dios del sacrificio de Cristo quedó demostrada con la resurrección. Es el comprobante firmado por Dios de que Él está totalmente satisfecho. Sin la resurrección, el cristianismo no tiene mucho más que ofrecer al mundo, que lo que ofrecen otras religiones. Pero el hecho de que Cristo murió y resucitó de entre los muertos “es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Rom.1:16).
La resurrección es el “Amén” del Padre al “consumado es” del Hijo.
Comparte con otros, la fe que tienes en tu corazón, la cual está basada en la tumba vacía y en la esperanza del pronto regreso de nuestro Rey y Señor.
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