Por María Lozano
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; nuestra ayuda en momentos de angustia. Por eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la tierra, aunque se hundan los montes en el fondo del mar, aunque ruja el mar y se agiten sus olas, aunque tiemblen los montes a causa de su furia. Salmo 46:1-3
Varios años de mi niñez y adolescencia fueron marcados por el miedo a la muerte... y también a la vida. Falta de identidad y sentido para seguir viviendo me hacían llorar por las noches y taparme con sabanas y frazadas la cabeza buscando refugio y seguridad.
Al cumplir los 20 años de edad, pude experimentar por primera vez una fuerza interior que transformó mi vida, mis pensamientos y mis proyectos.
¡Dios, no solo paso a ser mi refugio, sino también mi fuerza y mi ayuda!.
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