Por María Lozano
Lectura: Colosenses 2:16-23
Hace algunos leí acerca de un restaurante que se llamaba: “La peor comida de la ciudad”. Los dueños decían que servían “la peor comida que jamás ha probado usted, y el servicio es mucho peor”.
En realidad, la comida era buena, se servían porciones generosas, y los precios eran razonables....
El nombre era simplemente un hábil truco publicitario. Fue una idea del dueño, quien se imaginó que llamaría más la atención diciendo que su comida era “la peor”.
El nombre era simplemente un hábil truco publicitario. Fue una idea del dueño, quien se imaginó que llamaría más la atención diciendo que su comida era “la peor”.
Su estrategia dio resultado. Los clientes que fueron la primera vez por curiosidad volvieron al poco tiempo y lo recomendaron a sus conocidos.
Esta creativa táctica de negocios me recuerda la práctica religiosa descrita por el apóstol Pablo en el segundo capítulo de Colosenses. Pablo advirtió a sus lectores que no se dejasen engañar por maestros falsos que parecían ser muy religiosos y humildes, pero que en realidad estaban satisfaciendo sus propios deseos llamando la atención hacía sí mismos. Esas personas hacen todo lo posible para propagar su “dignidad”. No obstante, desde el punto de vista de Dios, sus acciones no son más que una máscara para su orgullo y exaltación propia.
Cerciorémonos de que nuestra humildad y auto-negación estén motivadas por la sumisión a Cristo y no por una estrategia hecha por nosotros mismos para beneficio personal.
No puedes glorificar a Dios y ti al mismo tiempo.
Quizás por algún tiempo puedas engañar a los hombres, pero nunca podrás engañar a Dios.
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