Por María Lozano
Lectura: Isaías 57:15-21
Me contaba un amigo la siguiente historia: “Lucho una batalla perdida con el logo que se acumula en el fondo del lago cerca de nuestra cabaña. Antes de que se levanten mis nietos, rastrillo el fondo del lago cerca del desembarcadero para que puedan jugar sobre arena limpia....
Da resultado hasta el mediodía. A esa hora comienzan a pasar los botes a alta velocidad llenos de pasajeros que se dedican a diferentes actividades acuáticas. Dichos botes crean olas, las cuales transportan lodo nuevo a la costa. Incluso cuando no hay botes, el viento normalmente empieza a soplar a esa hora creando preciosas palomillas de espuma blanca. Ellas también remueven el lodo y lo depositan en las orillas, y así se cubre el fondo limpio, con una mugre negra y de desechos.”
Imagínate un mar siempre agitado por la turbulencia. Las palomillas de espuma blanca nunca se aquietan, enviando así mugre y lodo. Isaías describió a los malos de esa manera (Is.57:20). Sus vidas son como un mar espumoso, azotado por las olas, inquieto, agitado, nunca se calma, nunca está en paz (Is.57:21).
Todos lo que creen en Cristo pueden encontrar la paz. No sólo podemos estar en paz con Dios, sino que podemos tener la paz con Dios firmemente establecida en nuestros corazones (Jn.14:27).
Si no tienes paz, si estás exhausto por la turbulencia de la zozobra, vuélvete a Cristo en fe. Él tiene el poder de calmar el intranquilo mar de tu vida.
Cristo llama a los cansados a que descansen en Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario