Por María Lozano
Lectura: 1 Pedro 2:1-10
Cuando de nuestra altura se trata, los factores genéticos que heredamos establecen un límite. Cualquiera que sea nuestra dieta y programa de ejercicios, el crecimiento físico se detiene en un punto determinado. Por mucho que tratemos, cuando se alcanza ese límite no podemos crecer más (al menos verticalmente, pues muchos de nosotros tendemos a seguir expandiéndonos horizontalmente)....
Sin embargo, nuestro potencial para avanzar espiritualmente no tiene límites. Nuestro crecimiento depende de nuestro deseo y de cuánto recurramos a las provisiones de nuestro Padre Celestial. No nos detienen los genes que heredamos de nuestros padres terrenales. El límite es el cielo.
La madurez cristiana no sucede por casualidad. Nuestra “dieta” tiene que ser adecuada y debemos “ejercitar” nuestra fe regularmente. A menos que nos deleitemos en la Palabra de Dios, no habrá progreso. Si no la obedecemos, nunca conoceremos todo nuestro potencial.
¿Qué tan alto y fuerte eres ante los ojos de Dios? ¿Cuánto has crecido este año? Cualquiera que sea tu respuesta, puedes crecer aún más. Recuerda cuál es el secreto del control del crecimiento y luego haz algo al respecto. La Biblia ordena: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” (2 Pedro 3:18).
El acercarse a Dios da como resultado: la semejanza a Cristo.
Repetimos las preguntas: ¿Qué tan alto y fuerte eres ante los ojos de Dios? ¿Cuánto has crecido este año? Cualquiera que sea tu respuesta, puedes crecer aún más. Animo, busca aún más de Dios diariamente.
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