FE Y PERSEVERANCIA


Tomado de Reflexiones para el Alma
por María Lozano

Era mitad del siglo XIX y se escuchaba en las oficinas de la Escuela Primaria de un pequeño pueblo de Ohio en los Estados Unidos la siguiente conversación entre una maestra y y una madre:
El niño tiene un leve retraso mental que le impide adquirir los conocimientos al mismo ritmo que sus compañeros de clase; lo mejor sería que deje de traer a su hijo a esta escuela y le busque otra más apropiada.

A la mujer pareció no afectarle mucho el comentario de la maestra, al contrario, se encargó de que su hijo entendiera que él no poseía ningún retraso y que Dios, en quién confiaba fielmente desde su juventud, no le había dado vida para avergonzarlo, sino para hacer de él un hombre de éxito.

Pocos años después, cuando este niño tenía doce años, fundó un periódico y él mismo se encargaba de
Venderlo en la estación del ferrocarril de Nueva York.
Y eso no es todo, se dedicó a estudiar los fenómenos eléctricos y gracias a sus estudios logró perfeccionar el teléfono, el micrófono y otros inventos como el fonógrafo, por citar sólo algunos.

¡Qué lejos quedaban en el recuerdo del niño, las palabras de su maestra!

Aquel niño se hizo hombre y en su vida todo parecía ir sobre ruedas, hasta que de pronto un día se encontró con un gran obstáculo. Su mayor proyecto se estaba desvaneciendo ante sus ojos. Había buscado incansablemente la forma de construir un filamento capaz de generar una luz incandescente, pero que al mismo tiempo resistiera la fuerza de la energía que lo encendía. Pero no había manera de encontrar lo que buscaba.
Los que financiaban sus proyectos estaban impacientes, sus competidores parecían acercarse a la solución antes que él y hasta sus colaboradores se encontraban desesperanzados.
Después de tres años de intenso trabajo uno de ellos le dijo: Thomas, abandona este proyecto. Ya llevamos tres años, lo hemos intentado en más de dos mil formas distintas y lo único que hemos conocido es el fracaso.

La respuesta no se hizo esperar y con la misma vehemencia que su madre había tenido unos 25 años atrás cuando habló con la maestra, Thomas le dijo: No sé que entiendes tú por fracaso, pero si de algo estoy seguro, es de que en todo este tiempo he aprendido que antes de pensar en dos mil fracasos he descubierto más de dos mil maneras de no hacer este filamento y eso me da la pauta de que estoy bien encaminado. Pocos meses después iluminó toda una calle utilizando la luz eléctrica.

Aquél niño ya hecho hombre, fue Thomas Edison, una persona que sabía que es posible vivir de Gloria en Gloria y que en las tormentas más fuertes de la vida, supo ver el pequeño sendero que lo llevaría al éxito.

Dios nos da esta perspectiva y nos enseña a decir.

“Aunque no den higos las higueras, ni den uvas las viñas ni aceitunas los olivos, aunque no haya en nuestros campos nada que cosechar; aunque no tenga vacas ni ovejas, siempre te alabaré con alegría porque Tú eres mi salvador. Dios mío, tú me das nuevas fuerzas; me das la rapidez de un venado y me pones en lugares altos” (Habacuc 3:17-19).
¡Señor, danos Fe y perseverancia!

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