HUMILDAD
Tomado de Reflexiones para el Alma
por María Lozano
No te averguences de ser humilde. La humildad es el conocimiento perfecto de lo que somos y podemos, sin ilusionarnos con cualidades que no tenemos. La humildad no es una postura del cuerpo ni un tono de voz: es una actitud del espíritu, que sabe lo que es y lo que puede; lo que tiene y lo que le falta.
Los beneficios de la humildad:
Al estar consciente de todas las cosas buenas que poseemos, ya no existe la necesidad de envidiar a otras personas. Quien aprende a ser humilde, logra ser más feliz.
Al estar en armonía con uno mismo, se está dispuesto a mostrar honor y aprecio hacia otras personas. Valorarse a sí mismo trae aparejado valorar a los demás.
La falta de humildad causa enojo y genera peleas; la humildad crea serenidad y tranquilidad.
Con humildad se desarrolla la capacidad de admitir las equivocaciones, ya que se elimina el miedo a sentir que porque he hecho algo mal, no valgo nada. Al conocerse a sí mismo, la crítica se transforma en una posibilidad de crecimiento.
Con humildad, es más fácil comprender y perdonar a otros rápidamente.
Humildad es apreciar todo lo que tenemos y tener conciencia de que además es un regalo.
La conducta ejemplar:
El Midrash relata que el sol y la luna fueron creados originalmente del mismo tamaño. Sin embargo, la luna se quejó ante Dios…
-¿Es posible que dos reyes gobiernen un país y compartan una misma corona?
-Afirmas que tú y el sol no deben ser del mismo tamaño, dijo Dios. Muy bien, puesto que uno debe estar subordinado al otro, disminuiré tu tamaño y poder. El sol continuará ardiendo tan brillantemente como cuando fue creado e irradiará luz y calor durante todo el día y tú proveerás sólo una débil iluminación durante la oscuridad de la noche.
La luna se entristeció sobremanera al escuchar estas palabras e inmediatamente se lamentó de haberse quejado. Entonces, Dios le dijo:
-Porque comprendo que ahora te lamentas por tu conducta impropia, haré más leve el peso de mi decisión, así que te rodearé de incontables estrellas luminosas que agregarán a tu luz su propio brillo titilante.
El esmero por demostrar una supremacía inexistente conduce usualmente, a una amarga decepción. Debemos sentirnos útiles y capaces; pero no a expensas de otra persona, sino sabiendo realmente lo importante que somos.
“…Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes” (1 Pedro 5:5)
¡Señor, enséñanos a ser humildes!
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