Por María Lozano
Lectura: 2 Timoteo 4:1-5
El apóstol Pablo advirtió a Timoteo que encontraría personas con una dolencia que él llamaba: “Comezón de oír” (2 Tim.4:3). Los que padecen de ella rechazan la “sana doctrina” y buscan una enseñanza que se ajuste a “sus propios deseos”.
Por ejemplo, si les ofende la declaración de Cristo de que “nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6), acuden a un falso líder espiritual que les diga que hay muchas maneras de llegar a Dios....
Hay otros que rechazan la enseñanza bíblica de que los que tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio son fornicarios y adúlteros, a quienes Dios juzgará (Hebreos 13:4), por lo que buscan un maestro farsante que les diga que las normas sexuales de la Biblia no valen en el mundo de hoy.
Lamento mucho lo que hacen esas personas, pero me temo que yo también tengo un tipo de “comezón de oír”. Me encanta escuchar las firmes declaraciones de las normas bíblicas y de la sana doctrina. Pero sin embargo no siempre me gusta que me confronten con las Escrituras por actitudes de orgullo, justicia propia o falta de amor al prójimo.
Indudablemente, todos padecemos de este mal. Tenemos que pedirle al Señor que escudriñe nuestros corazones y nos perdone. Él puede cambiarnos para que escuchemos lo que dice Su Palabra y lo obedezcamos. Ese es el único antídoto para la “comezón de oír”
El remedio para la comezón de oír es obedecer a la verdad que encontramos en la Biblia.
Dios nos ha provisto un manual de instrucciones para la vida se llama: Biblia. ¿La has leído y oído últimamente?
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