Tomado de: Alfonso De Caro
Por María Lozano
1. Oración inicialOh mi Dios y mi Rey, me presento delante de ti descubriendo mi corazón para que tú lo examines y mires si aún alberga perversidades, ayúdame a despojarme de toda maldad y coloca en mí un nuevo corazón y un espíritu renovado que camina hacia el reino de Dios. Amén.
2. Lee la palabra de Dios
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”, Salmo 139:23-24.
3. Reflexiona.Hoy vivimos una vida extremadamente activa o tal vez muy acelerada, sin hacer un alto en el camino para evaluar nuestra vida, para reflexionar sobre lo íntimo de nuestro ser y esto nos lleva a cometer los mismos errores o pecados y seguimos cargando con las mismas culpas. Un maestro escribió: “El hombre tiene muchas pieles en sí mismo, que cubren las profundidades de su corazón. El hombre conoce tantas cosas y se desconoce a sí mismo”.
Qué bueno es volver los ojos hacia adentro y con el lente del Espíritu Santo, mirar nuestro propio corazón y nuestra propia alma, y con lápiz y papel hacer un diario espiritual que exprese cómo es nuestro andar con Dios, pues a nuestro parecer podemos creer que estamos obrando correctamente, pero solamente en su presencia conocemos si hay en nosotros camino de perversidad y sólo Jesucristo nos puede guiar en el camino eterno.
Ahora, no es fácil reconocer los propios errores y menos cuando creemos no tenerlos, David decía: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío”. Salmo 19:12-14
Esta era la actitud de David delante de Dios, abría su corazón para ser examinado, pues sólo Dios sabe y muestra lo que hay en él, y nos ayuda a despojarnos de toda maldad.
Hermano, camina con Dios hacia tu interior y conócete a ti mismo, despójate de toda maldad y no dejes que nada, ni nadie, ocupe el lugar de Dios en tu vida.
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