Tomado de: Alfonso De Caro
Por María Lozano
1. Por favor ora conmigo«Señor, que mi corazón esté tierno cuando escuche tu Palabra, sacia mi hambre y mi sed de ti. Si las situaciones de mi vida me han alejado de tu presencia y me han quitado el gozo, quiero refugiarme nuevamente en tus brazos. Gracias por confrontarme con mis pecados y llevarme al arrepentimiento, anhelo tu perdón y tu consuelo. Haz que no vuelva a caer en oscuridad por ignorar tus preceptos. En Cristo Jesús Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida”. Salmo 42:8.
“Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza”. Nehemías 8:10..
3. Reflexiona
Aparentemente el salmista está desterrado en un lugar montañoso y árido y se siente alejado de Dios. Compara su ansia por agua con la sed de un siervo que brama por ella. Así debemos sentirnos cuando estamos sin comunión con Dios, porque Él es la fuente de agua viva. Cuando ya hemos experimentado el gozo de su presencia y nos apartamos, nunca estaremos satisfechos si la comunión es interrumpida, porque nos llenamos de tristeza.
David, agobiado por el sufrimiento y las dudas, vuelve a pensar en su experiencia pasada en la presencia de Dios, donde ha visto su poder y su gloria, recuerda la comunión junto al pueblo y aunque aumenta su nostalgia, esto le da esperanza. Dialoga consigo mismo diciendo: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.
En momentos de desespero y angustia debemos recordar las veces que Dios nos respondió mostrándonos su grandeza y misericordia, para que oremos y le alabemos, como lo hizo David: “de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida”. No debemos permitir que la dificultad más grande nos separe de Él, ni que lo que sintamos nos robe el lugar de adoración y la plenitud del gozo de estar en su presencia.
Igualmente le pasó al pueblo de Israel en tiempos de Nehemías, que se entristecieron profundamente cuando leyeron la Ley de Dios y se dieron cuenta de cuán alejados se encontraban de Él, porque los confrontó con su pecado y entendieron cuál era su voluntad. Esto conmovió la conciencia del pueblo para que reconocieran que la situación que estaban viviendo era porque se habían apartado de las normas de Dios. Esdras y los levitas los alentaron a alegrarse, a tener gratitud y a que celebraran con regocijo el día dedicado al Señor, en que debían recordar el amor, la gracia y la salvación que Él les había manifestado.
Lo mismo que ocurrió con la predicación de Pedro que llevó a los oyentes al arrepentimiento y a reconocer a Jesús como su Salvador, en Hechos 2 :37-38 “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, dejemos que la Palabra que oímos convierta nuestros corazones y nos haga volver en comunión con Dios.
Te bendigo en el nombre de Jesucristo. Un fuerte abrazo.
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