Actitudes Sanas para poner en Práctica

 Tomado de: Sagrada Palabra

Por María Lozano

“Ya he visto el camino que siguen, pero a pesar de eso los sanaré y los consolaré; a ellos y a los que lloran los dirigiré”. Isaías 57:18

Si comprendemos que la reparación y el perdón se erigen como dos columnas esenciales que sostienen la relación entre la humanidad y lo divino.
Estos pilares, tan fundamentales como trascendentales, ofrecen un camino hacia la sanación interior y la restauración de las relaciones rotas, conformando un camino iluminado por la gracia y la misericordia de Dios.
Dominados por la prisa y la superficialidad, la sociedad tiende a alejarse de las enseñanzas profundas y transformadoras de la espiritualidad.
Nos encontramos en una era donde el individualismo y la intolerancia desdibujan la importancia de las actitudes reparadoras, generando conflictos que socavan la paz interior y desafían los principios fundamentales del amor y la compasión.
El acto de perdonar y reparar no solo es un gesto de magnanimidad, sino también un reflejo de sabiduría y conexión con lo trascendental. La capacidad de liberar el corazón de la carga del resentimiento y la venganza abre las puertas a la luz del amor divino, permitiendo que el alma se eleve por encima de las circunstancias adversas hacia la plenitud espiritual..
“Tú volverás a tener misericordia de nosotros, sepultarás nuestras iniquidades, y arrojarás al mar profundo todos nuestros pecados”. Miqueas 7:19
Sin embargo, en este viaje espiritual, hay dos elementos fundamentales: el perdón y la reparación. Cuando practicamos el perdón, no solo liberamos a otros de sus errores, sino que también liberamos nuestra alma de la carga de la amargura y el resentimiento. Nos acercamos a los designios del Señor al dejar atrás las relaciones rotas y encontrar la superación en el amor y la gracia divina.
El mundo actual nos presenta desafíos constantes, y en muchas ocasiones, nos enfrentamos a momentos difíciles, heridas profundas y decepciones que pueden desequilibrar nuestra paz interior.
eso es en estos momentos turbulentos donde la gracia divina juega un papel fundamental: al acercarnos a Dios en tiempos de tormenta, encontramos la fortaleza y el consuelo necesarios para sanar nuestras heridas internas.
Reparar no es solo un acto de valentía, sino también un símbolo de amor y confianza en Dios. Cuando perdonamos, tomamos la decisión de liberar el resentimiento y la venganza, abrazando la enseñanza de amar incluso a aquellos que nos han herido. Es dejar de lado el orgullo y buscar la reconciliación, siguiendo el mandato divino de perdonar y orar por aquellos que nos han causado dolor.
“¡Restáuranos, Dios nuestro! ¡Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvados!”. Salmos 80:3
En este proceso, recordemos que también somos seres que necesitamos ser perdonados. Así como buscamos la reparación, debemos reconocer nuestra propia humanidad y necesidad de la gracia divina para avanzar en nuestro camino de fe.
Reconocer a Dios como nuestro guía supremo implica aceptar Su sabiduría perfecta. Buscamos su dirección en cada paso, entendiendo que en el acto de reparar, eliminamos los obstáculos entre Él y nosotros, permitiendo que su paz renueve nuestro ser.
En la búsqueda de la paz y la restauración, recordemos que el perdón y la reparación son los cimientos que nos acercan al amor y la gracia del Padre Celestial. Encomendémonos a Él, aprendamos a perdonar, a reparar y a vivir en armonía con la sabiduría que nos brinda para construir actitudes sanas y reparadoras en nuestra vida diaria.
"Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. Mateo 6:14-15
El acto de reparar no solo implica disculpar, sino también cultivar una disposición compasiva y amorosa hacia aquellos que nos han herido. Es un acto de coraje y madurez espiritual que nos desafía a dejar de lado el orgullo y la venganza, para abrazar la comprensión y la compasión hacia nuestros semejantes.
La reparación y el perdón no solo nos liberan del pasado, sino que también nos preparan para un futuro marcado por la sabiduría y la empatía. Nos permiten reconocer nuestras propias fallas, recordándonos que también necesitamos ser perdonados, y nos orientan hacia un sendero de humildad y crecimiento espiritual constante.
En última instancia, la búsqueda de la reparación y el perdón es un llamado a la humanidad a alinearse con los valores fundamentales del amor, la compasión y la gracia divina. Es una invitación a reconocer que, a través del acto de reparar y perdonar, encontramos el camino hacia la plenitud espiritual y la armonía con Dios y con nuestros semejantes.

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