Tomado de: Javier Urena Silvas
Por María Lozano
Sobre la arena, cual náufrago de ensueño, yace un ramo de rosas, pálido y fino. Sus pétalos, deshojados por el viento, se mecen al compás de un suave arrullo.El mar, un espejo que refleja el cielo, se tiñe de rosa y de oro al ocaso. Las olas, cual pinceladas de acuarela, dibujan en la arena un lienzo hermoso.
Las rosas, símbolo eterno de pasión, descansan en la orilla, cual amantes dormidos. Sus colores, delicados, tiñen el ocaso y evocan recuerdos de amores perdidos.
El aire, saturado de sal y de jazmín, acaricia la piel y el alma con suavidad. La brisa marina, cual melodía divina, susurra secretos al oído de la mar..En este instante, el tiempo parece detenerse, y el mundo se reduce a un solo instante. La belleza, en su máxima expresión, nos invita a soñar y a trascender.
La naturaleza, en su esplendor infinito, nos regala un espectáculo sin igual. Un cuadro pintado por las manos del destino, donde el amor y la esperanza nunca fallan.
Y así, en esta playa, al caer la tarde, encontramos la paz que tanto anhelamos. La belleza de la vida, en su estado más puro, nos llena el corazón de alegría y de calma.
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