Tomado de: Empty Mind
Por María Lozano
“El día que vi llorar a mi madre porque no nos alcanzaba para pan, supe que si quería una vida distinta… tendría que coserla con mis propias manos.”

Nací en un pequeño pueblo de Galicia, España. Mi padre era empleado del ferrocarril, y mi madre limpiaba casas. No teníamos casi nada. Recuerdo una noche en particular: mi madre fue a comprar comida fiada… y la señora del negocio le dijo que no más, que ya debíamos mucho. Volvimos caminando en silencio. Yo tenía 12 años y ese fue el primer día que odié la pobreza con todo mi ser.


Dejé la escuela y empecé como repartidor en una camisería. Observaba cómo cosían, cómo vendían, cómo trataban a los clientes. Cada noche volvía a casa con las manos llenas de hilo y la cabeza llena de ideas. Con el tiempo, me atreví a confeccionar batas de baño junto a mi esposa. Las vendíamos casa por casa. No teníamos local, ni marca, ni dinero. Solo determinación.




’‘El pasado no define tu destino, pero sí puede ser el motor que te empuje. No tengas vergüenza de tus comienzos. Ten miedo, más bien, de rendirte antes de comenzar.’’


— Amancio Ortega
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