Tomado de: Alfonso De Caro
Por María Lozano
1. Por favor ora conmigo«Padre amado, no quiero olvidarme de todo lo que hiciste por mí, cuán agradecido estoy por liberarme del pecado y de sus terribles consecuencias, quiero honrarte obedeciendo por amor a Jesucristo, la ley del amor, amando a mi prójimo con la abundante gracia que colocaste en mi corazón. En el nombre de Jesucristo. Amén.»
2. Lee la palabra de Dios
“Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.” 1 Tesalonicenses 5:18.
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” Colosenses 3:16..3. Reflexiona
¿Por cuántas cosas debemos estar agradecidos con Dios?, con toda seguridad, por muchas, pero a veces caemos en ingratitud, se nos olvida de donde nos ha sacado el Señor. Esta situación la observamos en la Palabra de Dios, a través del pueblo de Israel, cuando Dios los liberó de la esclavitud, los bendijo y les proveyó para todas sus necesidades, pero ellos se olvidaban de Él, una vez se sentían cómodos, para ir detrás de ídolos.
El Señor antes que entraran a la tierra prometida, les prevenía para que no llenaran de orgullo su corazón y se olvidaran de Él, para ir tras otros dioses, (Deuteronomio 8:14), y también de considerar equivocadamente que el pueblo por su propio poder y fuerza había logrado las bendiciones y riquezas que tendrían (Deuteronomio 8:17).
Ahora, a su iglesia, el Señor Jesucristo nos previene de no olvidarnos del gran amor que fue derramado en nuestro corazón, ese primer amor que sucedió cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, y nos amonesta a arrepentirnos y a recordar de dónde nos sacó, para no olvidarnos de Él, y ser agradecidos, obedeciendo a su amor y su guía. (Apocalipsis 2:4-5)
En pocas palabras, la mejor expresión de agradecimiento a Dios es nuestra obediencia. Un corazón agradecido no se olvida de su Redentor, de aquel que pagó un alto precio para que ahora nosotros tengamos libertad, gozo, abundantes bendiciones espirituales y provisión para nuestras necesidades. Por esto, debemos recordarnos unos a otros, exhortándonos y enseñándonos unos a otros con amor la palabra de Dios, no sea que ahora viviendo en nuestra tierra prometida, que es Cristo mismo, estemos adormecidos en las bendiciones de nuestro generoso Dios, colocando nuestra mirada en las cosas y no en el dador, que es bendito por siempre, amén.
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