Tomado de: Alfonso De Caro
Por María Lozano
Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. Saludaos unos a otros con beso santo. (2 Corintios 13:11-12)Es maravilloso que esta última palabra sea una palabra de paz. El apóstol ve más allá de la fragmentación que hay en Corinto a la unidad básica de la iglesia. Dios creó esta unidad, que se encuentra presente en la iglesia a pesar que hay disensiones, peleas, celos y divisiones. Los cristianos dice el apóstol Pablo se pertenecen los unos a los otros. Son parte de la familia de Dios y deberían convivir en paz. Por encima de la rebelión, Pablo ve la gracia y el poder de Dios, que puede sanar estas desavenencias y restaurar a las personas, incluso hasta el punto en el que puedan darse un beso santo los unos a los otros. Ese era el saludo tradicional de aquellos días. Esto es algo que hemos perdido nosotros, aunque algunas culturas todavía conservan esta tradición que hemos sustituido por un apretón de manos, pero a mí me alegra cuando veo a cristianos saludándose los unos a los otros con abrazos. Los abrazos son algo mucho más cálido y una expresión más exacta del amor y la aceptación cristiana, del uno para con el otro..Podemos sentir el ánimo con que Pablo está animando a estos cristianos a que cambien la manera en que se han estado relacionando: “Cambien sus costumbres. Si Jesucristo está en ustedes, pueden hacerlo”. Esta es la verdad de Dios que él afirma. No podemos continuar viviendo como el resto del mundo si Jesucristo vive en nosotros. Esta es la razón fundamental por la que debe haber una diferencia entre los cristianos y las demás personas sin Cristo.
Un día iba con un amigo en su carro y de repente topamos con una acalorada discusión entre dos conductores que se acusaban mutuamente por un incidente acontecido en una intersección de la autopista. Las discusiones entre conductores son frecuentes por las infracciones en que caen constantemente, pero lo lamentable fue que uno de los conductores que discutía era un miembro del diaconado de la iglesia a la que asistía y penosamente era el que más fuerte vociferaba todo tipo de palabras vergonzosa, que hizo que se helara mi corazón en aquel momento, porque el otro conductor era un joven a quien estaba discipulando y quien deseaba cambiar su vida. Lo paradójico de esta lamentable historia era que el carro del diácono tenía una placa que decía: “La diferencia en mí es Jesús”. Yo no me sentí decepcionado y pienso que el mundo no se impresiona, cuando nos mira a nosotros y se da cuenta que nos comportamos exactamente de la misma manera que las demás personas. El asunto es que no debemos comportarnos en lo personal de una mala manera, si es que Cristo está en nosotros. No debemos comportarnos en nuestra vida corporativa de esta mala manera, porque Cristo está entre nosotros. Debemos ser amigables, amorosos, abiertos y perdonadores, no condenadores, ni de mente estrecha, sino comprensivos y libres de amargura. Somos diferentes porque Cristo está entre nosotros.
Fíjate cómo concluye el apóstol. ¡Qué precioso saludo de despedida es este! Es la referencia más clara a la Trinidad que está en el Nuevo Testamento. Dice: “ La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. ¡Qué palabra de gracia de este gran apóstol al concluir esta epístola a la iglesia en Corinto! La historia no nos cuenta lo que sucedió en la iglesia de allí, si pudo recuperarse y obedecer a esta palabra o no. Pero Pablo ha dejado con nosotros un impresionante testimonio en lo que se refiere a lo que debe ser el comportamiento del cristianismo obrando en un mundo pagano. Nosotros hemos sido llamados a vivir con las condiciones que Pablo les señaló a los Corintios. Espero y pido en oración que estas epístolas a la iglesia en Corinto signifiquen mucho para nosotros y que también obedezcamos a la palabra del apóstol y que reconozcamos que cuando Jesucristo está entre nosotros, no podemos comportarnos de cualquier forma, sino como hombres de Cristo.
Señor, te doy gracias porque Tú estás conmigo. Tú me has enviado a testificar a este mundo. Mi oración es que yo pueda comportarme como una persona en la que mora Jesucristo.
Aplicación a la vida
Cuando nos enfrentamos con divisiones que producen estrés, peleas o celos en nuestra vida personal y corporativa, ¿cómo y por qué podemos continuar siendo amigables, cariñosos, abiertos y perdonadores?
Te bendigo en el nombre de Jesucristo. Un fuerte abrazo y cuando te encuentres ante situaciones que reten tu carácter y dominio propio, recuerda que eres un embajador del Señor y antes de perder la cordura, pídele al Señor Su socorro y de seguro colocara el Espíritu Santo palabras den tu boca para hablar con amor y verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario