La alabanza a Dios es ejercicio para el alma. ¡Práctica!

 Tomado de: Alfonso De Caro

Por María Lozano

Tú eres mi Dios, por eso te doy gracias; tú eres mi Dios, por eso te exalto.
Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.
(Salmo 118:28-29)
Así como el cuerpo necesita de ejercicio físico para mantenerse saludable, nuestra alma necesita de la presencia de Dios. Al cultivar un corazón lleno de gratitud a Dios nos preparamos para recibir el derramamiento del Espíritu Santo. A través de la alabanza y de la oración recibimos de parte de Dios su Espíritu Santo que alimenta nuestra alma.
La persona agradecida a Dios se siente más liviana y dispuesta, tal y como sucede con los que practican el ejercicio físico. Aquel que no practica ningún tipo de actividad tiende a sentirse indispuesto y desanimado. Sucede lo mismo con los que no tienen un corazón agradecido hacia Dios: les ataca la baja estima y les falta perspectiva..Pero siempre hay la oportunidad de volver a comenzar y Dios está siempre dispuesto a ofrecerla. Él es misericordioso y quiere hacer lo mejor en nosotros. Anímate, practica ejercicios, no solo físicos sino más del Espíritu. Alaba a Dios y ten una mente liviana y un corazón dispuesto.
¡EJERCITA TU ALMA!
Recuerda todo lo que Dios ya ha hecho en tu vida. Recordar lo que él ha hecho nos llena de esperanza y de gratitud.
Usa tu boca para alabar a Dios. Expresa palabras que bendigan al Señor. Al alabarlo nuestro corazón se llena del Espíritu Santo.
Asegúrate que todo lo que haces para el Señor sale de un corazón liviano que no está esperando nada a cambio. Dios se agrada de los que le adoran simplemente por amor. El amor que él tiene por nosotros es mucho más grande, puedes estar tranquilo.
Por favor ora conmigo
Señor, ¡es tan bueno decir tu nombre! Tú eres maravilloso. Mi corazón se llena de paz y calma al pensar en tu amor. Amor perfecto y probado. Muchas gracias por colocarme en tus atrios, tu Palabra me guía. ¡Te amo, mi Señor y Dios! En el nombre de Jesús. Amén.
Te bendigo en el nombre de Jesucristo. Un fuerte abrazo.

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