Tomado de: Alfonso De Caro
Por María Lozano
POR FAVOR LEE LA ESCRITURA: GÁLATAS 1:11-17Pero cuando a Dios, que me apartó desde el seno materno y me llamó por su gracia, le agradó revelar a su Hijo en mí para que yo lo predicase entre los gentiles, enseguida no consulté a ningún hombre. No subí a Jerusalén para ver a los apóstoles que me precedieron, sino que fui a Arabia. Después volví a Damasco. Gálatas 1:15-17.
Puesto que Pablo utiliza su propia experiencia como ejemplo del Nuevo Pacto, es útil trazar el camino que él mismo siguió para aprender esta verdad. Pablo nos dice que se fue a Arabia y luego regresó a Damasco. Las Escrituras no nos dicen qué hizo allí, pero no es difícil de entender. Sólo tenemos que imaginarnos el impacto que produjo su conversión para darnos cuenta que necesitaba desesperadamente tiempo para volver a leer las Escrituras y encontrar cómo su descubrimiento de la verdad acerca de Jesús se relacionaba con las revelaciones proféticas en las que había confiado desde la infancia. Como podemos suponer, encontró a Jesús en cada página. No es de extrañar que cuando regresó a Damasco, entrara en las mismas sinagogas y comenzara a proclamar y demostrar que Jesús es el Hijo de Dios (Hechos 9:19-21)..Pero los judíos no respondieron a sus argumentos. Hubo una conspiración para matarlo, y los amigos de Pablo tuvieron que tomarlo de noche y bajarlo en una canasta por una abertura en la pared (Hechos 9:23-25). ¡Qué humillación para este joven cristiano dedicado! ¡Pablo se había convertido, literalmente, en un caso perdido! ¡Qué confundido debe haber estado cuando todos sus sueños de conquista para Jesús se vieron frustrados! ¡Fue humillante ser bajado por el muro en una canasta como un criminal común que escapa de la ley!
¿Adónde va después? Va a Jerusalén, hablando con valentía en el nombre del Señor. Una vez más estaba decidido a persuadir a los judíos de habla griega que Jesús es el Mesías prometido. Pero es la historia de Damasco nuevamente. Años después, Pablo nos cuenta lo que sucedió: “ Cuando regresé a Jerusalén y estaba orando en el templo, caí en un éxtasis y vi al Señor que hablaba. ¡Rápido!, me dijo, sal de Jerusalén inmediatamente, porque no aceptarán tu testimonio acerca de mí” (Hechos 22:17-18). Es comprensible que Pablo buscara el consuelo del templo en este momento desalentador. Allí apareció Jesús, pero su mensaje fue todo menos alentador: Salgan de Jerusalén. No recibirán su testimonio acerca de mí. Pablo argumentó: “… estos hombres saben que yo iba de una sinagoga a otra para encarcelar y golpear a los que creen en Jesús”. Y cuando se derramó la sangre de tu mártir Esteban, yo estaba allí dando mi aprobación y guardando las ropas de los que lo mataban (Hechos 22:19-20).
En este punto Pablo se delató a sí mismo. Se vio a sí mismo como la única persona eminentemente calificada para alcanzar a los judíos para Cristo. Su argumento fue: Señor, tú no entiendes. Si me envías fuera de Jerusalén, perderás la oportunidad de tu vida. Si alguien entiende cómo piensan y razonan estos judíos, soy yo. Señor, no me envíes lejos. Tengo lo que se necesita para alcanzar a estos hombres.
La respuesta de Jesús es directa: “ Vayan, porque yo los enviaré lejos, a los gentiles” (Hechos 22:21). ¡Qué golpe demoledor! Pero Lucas nos dice: “ Cuando los hermanos se enteraron de esto, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso” (Hechos 9:30). Tarso era la ciudad natal de Pablo. No hay lugar más difícil para un cristiano que regresar a casa. Pablo hizo todo lo posible por servir a su Señor con todas sus capacidades, pero no logró nada. Pablo no era el misionero dinámico que llegó a ser más tarde.
POR FAVOR ORA CONMIGO
Señor mío y Dios mío, ¿cuántas veces he intentado servirte en la carne y he acabado siendo un desastre como Pablo? Enséñame a esperar, sabiendo que nada viene de mí, sino que todo viene de ti. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
Aplicación de vida
¿Puedes recordar alguna ocasión en tu vida en la que hayas intentado servir al Señor con buenas intenciones, pero con el poder de la carne? ¿Cómo te fue?
Te bendigo en el nombre de Jesucristo. Un fuerte abrazo.
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