Tomado de: Alfonso De Caro
Por María lozano
"Gracias amado Dios, por amarme de tal manera que diste hombres y naciones por mi vida, porque me miras con amor y misericordia y me tienes en gran estima. Enséñame a valorarme como tú lo haces y a entender que mi valía no viene de los parámetros sociales que impone el mundo, sino por el hecho de conocerte y ser tu hijo; derecho dado por medio de la Sangre de Cristo cuando creí. Amén."2. Lee la palabra de Dios
“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida”, Isaías 43:4.
“Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”, Jeremías 9:23-24.
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”, 1 Pedro 2:9.
3. Reflexiona
La gente tiende a admirar a los demás por su belleza, sabiduría, poder, riqueza y fuerza, pero todo esto es tan efímero. La gente nos acompaña cuando nos ve exitosos según los parámetros del mundo, pero se hace a un lado cuando vivimos bajo los valores espirituales que no se fundamentan en cosas terrenales y mundanas..Pero la buena noticia es que Dios nos estima porque nos amó desde el principio sin importar lo que somos y lo que tenemos, nos acepta tal cual somos con virtudes y defectos. Nuestra valía se encuentra en Él. Pues nos ha dado capacidades únicas para enfrentar la vida y para servirle. Esto es importante especialmente para aquellos que se valoran por lo que los demás piensan de ellos y tienen poco aprecio por sí mismos. Todos estamos propensos a sentirnos así cuando nos falta algo o alguien, pero podemos estar perdiendo el enfoque para el cual fuimos creados por Dios, cuando vivimos en un estado permanente de insatisfacción, cuando nos sentimos evaluados por otros constantemente, cuando nos sentimos indecisos por temor a equivocarnos y nuestros pensamientos son negativos sobre nosotros, nuestro futuro, nuestras capacidades.
Mostramos una baja autoestima, nos exigimos demasiado y podemos caer en el perfeccionismo tratando de agradar a otros. Basta ya de esto, recordemos que somos hijos de Dios, comprados con un precio muy alto, la sangre de Cristo. Somos preciosos a sus ojos y Él se complace con nosotros por nuestra fe. Somos tan importantes para Él, que nos escogió desde los confines de la tierra, nos llamó por nuestro nombre y se dispuso a morir por cada uno de nosotros para librarnos de toda esclavitud y hacernos reyes y sacerdotes para su gloria.
El único orgullo que debemos manifestar es de conocer y entender quién es nuestro Dios. Lo demás es vanidad cuando nos medimos con los demás. Vivamos de tal manera que reflejemos su carácter justo y misericordioso.
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