Aída

 Tomado de: Entre café y libros

Por María Lozano


Aída, Medellín, una niña de 6 años, que viniera a
iluminar nuestrAída Medellínas vidas hacía precisamente 6 años y
6 días y, que pasaba sus días más felices al lado de su
Abuelo -dicho por ella misma- ElijahOkello de
origen latino pero de nombre africano. Aída, con su
corta edad de 4 años, ya sabía leer y escribir, lo hacía
a la perfección, se pasaba el día entero leyendo, leía
y leía, era una niña que le gustaba repetir versos,
párrafos de novelas, de cuentos y, eso para sus
padres no era muy natural, pensaban que no era muy
común que una niña de su edad hiciera eso. Era de
esos días para salir de paseo, con un clima otoñal, sin
frío, ni mucho calor, temperatura templada, ella
había heredado el gusto de la escritura por el abuelo,
le leía cuentos muy a menudo y así, fue despertando
su interés..Aída tenía una talega que quería mucho porque
su abuelo se la había regalado, de cuero y con
herrajes dorados, en la parte posterior tenia grabado
su nombre en letras grandes, en ella cabían muy bien
sus útiles escolares. La tomó del escritorio y sacó su
cuadernillo y un cálamo, enseguida corrió a
esconderse detrás de la puerta de su habitación,
comenzó a escribir, se le dificultaba mucho hacerlo
por la incomodidad del lugar, al momento de estar
escribiendo interrumpía su redacción, por miedo a
que sus padres la sorprendieran, era tanto su temor de
que la atraparan. Cada vez que se abría o cerraba una
puerta de la casa se aterraba, se imaginaba a su
mamá o papá salir de la ducha. Con su cuadernillo
apoyado a la pared y su cálamo no podía escribir por
la inclinación del mismo y las interrupciones de las
puertas. Aída, escuchó de nuevo abrirse una puerta,
soltó su cuadernillo y mantuvo por unos instantes su
cálamo y, escondiendo las manos por su espalda se
dispuso a salir. Era su turno de la ducha, fue como si
se le hubiera aparecido el mismísimo demonio, en
seguida escuchó la voz de su madre llamándola.
Aída, dejó sus útiles debajo de las cajas de zapatos
de su madre y salió corriendo como si la persiguiese
alguien, como si la hubiesen encontrado infraganti,
su corazón se había agitado tanto, que se le quería
salir.
Ella quedó pasmada por la lectura y la escritura,
desde aquella vez que su abuelo le relató el cuento
“Algo grave va a suceder en este pueblo” de Gabriel
García Márquez. Era muy pequeña tenía apenas dos
años, pero ella estaba con sus 6 sentidos muy atenta,
muy atenta a la voz de su abuelo que era grave y
fuerte, de esas voces que te espantan y te transportan
por los lugares, menos imaginados. La vista de Aída,
no parpadeaba y como si tuviera vista de pájaro, con
mayor agudeza visual, miraba a su abuelo, ella era de
esas personas que, con oído absoluto, identificaba
cualquier palabra que su abuelo nombraba y se
transportaba e imaginaba los lugares, en
coordinación el gusto con el olfato, actuaba. Lo
hacía de una manera tan sincronizada, que detectaba
los cuatro gustos básicos: salado, dulce, amargo, y
agrio, con tan sólo su imaginación según la escena,
con su nariz tan sensible captaba esos siete tipos de
olores primarios que se puedan caracterizar, como
alcanfor, almizcle, flores, menta, éter, acre
(avinagrado) y podrido, todo con su fantasía y
chispa, el tacto que de inmediato, le transmitía
sensaciones a su cerebro y a la vez, identificaba las
cuatro clases de sensaciones de tacto: frío, calor,
contacto, y dolor. Era increíble tanta creatividad, de
la misma manera que lo hacía con su nariz y con su
boca, según la escena. Pero existía el 6° sentido que
su abuelo lo llamaba el corazón y que decía que era
el mayor de los sentidos, sin él, no podíamos hacer
nada, sin él todo era nimio, superficial y fue cuando
descubrió el gusto por las letras.
Aída al salir de casa, con sus padres, exhaló un
suspiro, por no poder escribirle al abuelo, la nota que
quería dejarle. A ella, no le gustaba salir mucho de
casa, porque sus padres la obligaban a dejar su
talega, en la cual no había otra cosa que su
cuadernillo y su cálamo, cada vez que regresaba de
paseo se disponía a escribir. Ya de regreso a casa, lo
primero que hacía Aída era buscar su mochila. Sacó
su cuadernillo y su cálamo y se dispuso a escribir.
Abuelo, ayer mis padres me obligaron a recitar un
poema, para las personas que estaban presentes, yo
no quería y me dieron una reprimenda de esas para
nunca olvidar, me llamaron chiflada y mala niña.
Abuelo yo no quiero que me lleven de paseo, esos
paseos son terribles, porque me obligan a hacer y
actuar como no me gusta, prefiero quedarme contigo,
siempre tratan de mantenerme cerca de ellos, de que
esté ocupada con cosas que a mí no me gustan, que
vea la televisión y todo para que no esté escribiendo.
Querido abuelo, yo le doy gracias a Dios todos los
días por ti, porque tú me enseñaste esta pasión por
las letras, por la lectura, cada vez que salimos a un
centro comercial, me detengo en las librerías, pero
mis papás me regañan, sabes todavía tengo esa
cálamo que me regalaste. Por acá mis vecinos
siempre hacen lo mismo, no paran de correr, de gritar
y nadie quiere estar conmigo, me dicen aburrida,
pero yo soy feliz porque hago lo que más me gusta,
que es leer. Abuelo, yo quiero, de grande ser
escritora
]y mi primer cuento te lo dedicaré y creo que será
para ti, escribiré todo lo que me enseñaste y todo el
amor que tengo por ti. Ven querido abuelo, escribía
Aída, te pido por favor que me lleves contigo, no
permitas que me lleven de paseo, ayúdame a ser
como tú, siempre me obligan a hacer lo que no
quiero, además tengo muchas ganas de escribirte, de
decirte lo mucho que te extraño, siempre estoy
recordándote, ellos me esconden mi talega.
Aída, contenta de no ser molestada mientras le
escribía a su abuelo, guardó el cuadernillo y su
cálamo, en la talega y, salió de su habitación en
busca de sus padres, llegando con ellos sacó su
cuadernillo y se los mostró. Minutos más tarde, sus
padres leyeron todas las cartas que Aída le había
escrito a su abuelo y, muchas de ellas eran cuentos,
relatos y pensamientos que el abuelo le había narrado
hacia 2 o 3 años antes de morir y todos tenían la
misma dedicatoria.
A modo de responso.
Para mi abuelo ElijahOkello a quien tanto amé.
Guillermo Rosales Medellín.
DAR

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